Vivimos en una era digital en la que los dispositivos electrónicos son esenciales para la vida cotidiana. Sin embargo, detrás de cada teléfono, computadora o electrodoméstico desechado, existe un problema creciente y poco visible: los residuos electrónicos.
Estos desechos, conocidos como RAEE (Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos), representan un peligro para el medio ambiente y la salud humana si no se manejan adecuadamente.

El impacto ambiental de los residuos electrónicos
Los residuos electrónicos contienen materiales valiosos como cobre, oro y plata, pero también sustancias tóxicas como plomo, mercurio y cadmio. Cuando estos dispositivos no son tratados correctamente, sus componentes peligrosos pueden filtrarse en los suelos y cuerpos de agua, contaminando ecosistemas y afectando la biodiversidad.
Además, la quema de estos residuos genera emisiones altamente contaminantes, contribuyendo al calentamiento global y a la mala calidad del aire en diversas ciudades. A pesar de su toxicidad, el reciclaje de los RAEE aún es bajo en muchos países, lo que agrava el problema.
En la actualidad, el crecimiento acelerado del consumo tecnológico ha provocado que millones de dispositivos electrónicos queden obsoletos en pocos años. Esta rápida obsolescencia programada, impulsada por la industria, genera una ola constante de residuos electrónicos que muchas veces terminan en vertederos o son manipulados sin los protocolos adecuados, exponiendo a las personas a metales pesados y contaminantes persistentes.
Una problemática poco mencionada es el tráfico informal de RAEE. En países en desarrollo, muchos residuos electrónicos provenientes del extranjero llegan como “donaciones” o “equipo de segunda mano”, cuando en realidad se trata de chatarra difícil de reciclar. Esto sobrecarga los sistemas locales y agrava el problema ambiental.
Frente a este escenario, se vuelve clave impulsar normativas más estrictas de importación y exigir responsabilidad extendida al productor, obligando a las marcas a hacerse cargo de sus productos tras su vida útil. Solo así se podrá frenar este tsunami invisible que amenaza la salud pública y los ecosistemas.
Soluciones para reducir los RAEE
Para combatir esta amenaza, es fundamental promover un modelo de economía circular en el que los dispositivos electrónicos sean reparados, reutilizados y reciclados en lugar de ser descartados. Algunas acciones clave incluyen:
- Optar por la reparación de equipos en lugar de reemplazarlos rápidamente.
- Disponer los dispositivos en puntos de recolección autorizados para su reciclaje adecuado.
- Fomentar la compra de productos electrónicos diseñados para durar más tiempo.
- Crear conciencia sobre el impacto ambiental de los residuos electrónicos y la importancia de su correcta disposición.
Jorge Zegarra Reategui y el compromiso de Petramás con la gestión responsable de residuos
Si bien los RAEE requieren un tratamiento especializado antes de su disposición final, empresas como Petramás, de la mano de su líder el Dr. Jorge Zegarra Reategui, trabajan en la correcta gestión de residuos sólidos, evitando que materiales contaminantes terminen en el ambiente de manera irresponsable. A través de su infraestructura y procesos de disposición segura, Petramás contribuye a un manejo eficiente y sostenible de los desechos generados por la sociedad.
El problema de los residuos electrónicos solo puede resolverse con un esfuerzo conjunto entre ciudadanos, empresas y gobiernos. Apostar por la reutilización, el reciclaje y una gestión responsable de estos desechos es el camino hacia un planeta más limpio y sostenible.
Dr. Zegarra Reategui denuncia efectos de los residuos no peligrosos en el mundo
Si bien los RAEE son ampliamente reconocidos por la necesidad de una gestión especializada debido a los metales pesados y componentes tóxicos que los conforman, existe otro grupo de residuos que muchas veces es subestimado, los residuos no peligrosos. A pesar de no contener sustancias altamente tóxicas, estos desechos, cuando no son gestionados adecuadamente, representan una amenaza latente tanto para el medio ambiente como para la salud humana.
Papel, cartón, textiles, restos orgánicos, plásticos comunes y otros materiales catalogados como no peligrosos son generados en grandes volúmenes a diario por hogares, comercios e industrias.

Jorge Zegarra Reategui, especialista peruano en residuos sólidos explicó que, cuando estos residuos pasan a acumularse en botaderos, se descomponen lentamente, generando emisiones de gases contaminantes, como el metano, que contribuyen al cambio climático. En otros casos, al estar expuestos al sol o a la lluvia, liberan sustancias que contaminan el suelo y los cuerpos de agua cercanos.
Además, la proliferación de residuos no peligrosos en espacios públicos crea focos de insalubridad y atrae plagas. Representa un riesgo directo para comunidades vulnerables, especialmente niños y adultos mayores. Su acumulación, además de degradar paisajes urbanos y naturales, también incrementa el riesgo de incendios, obstrucción de canales de agua y formación de microbasurales que resultan difíciles de erradicar.
Por ello, es fundamental entender que no solo los residuos catalogados como peligrosos requieren atención prioritaria. La mala disposición de cualquier tipo de desecho, incluso de aquellos considerados no tóxicos, impacta directamente en la calidad del aire, el agua y el suelo, afectando a largo plazo la salud de los ecosistemas y de las personas.
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